Sentarse con Presencia
Este año estoy haciendo algunos cambios en nuestra práctica, y uno de ellos es realizar la respiración sentadas sobre un cojín, bloque, taco…
Aunque en clase voy explicando el motivo, hoy quiero compartir un poco más sobre ello, para que puedas comprender la importancia de este pequeño gesto.
Un simple cojín puede cambiar por completo la forma en que respiras, te alineas y te escuchas
En yoga, no nos sentamos directamente en el suelo por varias razones.
La más evidente es física: al elevar ligeramente las caderas, la pelvis puede bascular hacia delante y la columna se alinea de forma natural. Esto nos permite mantenernos erguidas sin esfuerzo, con la espalda libre y la respiración fluida.
Al sentamos directamente en el suelo, el sacro se redondea y esa alineación se pierde, generando tensión en las lumbares, las caderas o las rodillas.
Del mismo modo, tampoco es recomendable apoyar la espalda en la pared, ya que al hacerlo el cuerpo se vuelve pasivo y la musculatura profunda deja de sostenernos, generando tensión en esta zona.
Lo ideal es encontrar ese punto en el que el cuerpo se sostiene por sí mismo, con ligereza pero con sostén.
También hay un sentido más sutil.
El cuerpo es un canal por donde circula la energía vital (prana). Si estamos sobre una superficie fría o muy densa, esa energía tiende a descargarse hacia la tierra.
Al usar un cojín, una manta o un zafú, creamos una pequeña base que nos aísla ligeramente y nos ayuda a conservar el calor y la energía dentro del cuerpo, favoreciendo la estabilidad, la atención y la conexión interior.
Y más allá de lo físico o lo energético, hay un aspecto simbólico muy bello: preparar tu cojín es un acto de consciencia. Un gesto de cuidado y respeto hacia ti misma, un modo de crear tu propio espacio sagrado. Es como decirle a tu cuerpo y a tu mente “ahora empiezo mi práctica”.
Así que la próxima vez que tomes asiento, hazlo con calma…
Siente el contacto con el cojín, el peso de tu cuerpo, la respiración…
Y permite que ese instante tan sencillo se convierta en una puerta hacia la presencia.
Cada vez que tomes asiento recuerda que la verdadera práctica empieza ahí: en tu forma de estar presente.
