Respirar conscientemente es una forma de reconectar con el cuerpo, calmar la mente y equilibrar la energía vital (prana).
Cuando empezamos en el yoga, la primera respiración que hacemos es la abdominal, ella nos ayuda a tomar conciencia, e ir desbloqueando el diafragma para preparar el cuerpo para otras de respiraciones.
La respiración completa es la base, ya que une las tres fases naturales de la respiración: abdominal, torácica y clavicular.
Cuando inhalamos, el aire llena primero la parte baja del abdomen (1) y este se expande; luego el aire asciende hacia las costillas (2), que se abren lateralmente; y finalmente llega hasta la parte superior del pecho-clavícula (3).
Al exhalar, el recorrido se invierte: la clavícula desciende, las costillas se cierran y el abdomen se suaviza hacia dentro.
Este movimiento fluido y consciente nos ayuda a oxigenar mejor el cuerpo, liberar tensiones y disminuir la agitación mental. Es la base de otros pranayamas y también una manera de aprender a estar en el presente, escuchar el ritmo natural de la respiración y dejar que todo se vuelva cada vez más fluido, amplio y sereno.
Practicar esta respiración cada día tiene un efecto profundo: el sistema nervioso se relaja, la mente se aquieta y surge una sensación de calma y claridad interior.
